Elaborar un formato de curriculum vitae no debe ser lo más complicado del mundo; pero tampoco es algo que podamos realizar de forma distraída o descuidada.
Recordemos por qué: es nuestra carta de presentación ante cualquier reclutador, de ese documento depende que consigamos o no entrevistas, es el resumen de nuestra vida y nuestros mejores talentos… Vamos, ¡tu futuro puede cambiar con esa(s) hoja(s)!
Entendiendo esto, sabrás que todo lo que expreses en él es relevante.
Hay dos cuestiones que deben quedar muy claras sobre este papel: el contenido y la forma de presentarlo. En la primera es imprescindible que pongas la información correcta, con las secciones clave que te ayudarán a explicar por qué eres –o serás– valioso para una empresa y cuál es tu preparación para ello.
Ahora bien, para la segunda cuestión (la forma en que presentas tus datos) hay algunas preguntas que puedes hacerle a tu CV para saber si estás en el camino correcto. La idea es sencilla: después del tiempo que has invertido en pensar y redactar tu experiencia profesional, tus logros, tu objetivo y tus habilidades, es justo que se refleje ese esfuerzo.
A esta parte la llamaremos “la edición” de tu currículo.
¿Es visualmente atractivo?
Imprímelo, pégalo en una pared y aléjate unos pasos de él. ¿Te gusta cómo se ve? ¿Se ve ordenado o desordenado? ¿Se lee fácilmente? ¿La letra es muy grande o muy pequeña? ¿La información está organizada? ¿Resaltan algunas partes importantes o todo se ve igual?
Ten en cuenta que, por la carga de trabajo o por el número de solicitudes que reciben, los reclutadores destinan de 6 a 20 segundos para mirar por primera vez tu hoja de vida.
No necesitas un diseño de profesionales, más bien un documento limpio. Piénsalo mientras lo observas a distancia.
¿Lo entendería alguien que no trabaja en tu área?
Error de novatos: escribir con palabras raras para impresionar a los de RR.HH.
Usar muchos tecnicismos hará que tu currículum sea confuso. Claro que quieres demostrar todo lo que sabes, pero ya habrá tiempo en las entrevistas para eso.
De momento, piensa cómo podría entenderlo una persona ajena a tu campo laboral. Como consejo, muéstrale tu CV a un familiar o amigo y pídele que te diga qué interpreta en cada punto de tu experiencia laboral. Eso te dará un buen parámetro para saber cómo puede percibirlo un reclutador y modificar lo que suene ambiguo, enredado o que de plano no se comprenda.
Ojo: esto no significa que debas redactarlo como una carta informal. Busca palabras creativas, efectivas, pero digeribles para cualquier público.
¿Estás seguro de que ya no tiene errores ortográficos o “de dedo”?
Si en el punto anterior hablamos de la importancia de un lenguaje claro –pero profesional, siempre, sin excepciones– ahora es turno de evitar pequeños enormes tropezones.
La ortografía es vital por dos razones: demuestra que pones atención a cualquier detalle y que te diste el tiempo necesario para revisar tu escrito y pulirlo.
Los “errores de dedo”, la falta de acentos, cambio de letras (“b” por “v”, “s” por “c”), etcétera, resta puntos a tu postulación. Y es lo que menos buscas.
¿Por qué crees que te haría destacar sobre otros candidatos?
Piensa en el mensaje que está enviando tu currículo: ¿refleja el buen aspirante que eres para un puesto?, ¿te muestra como una persona que le puso empeño a su hoja de vida?, ¿responde a los requisitos que piden las vacantes?, ¿a ti por qué te llamaría la atención leer ese documento que enviarás a los reclutadores?
Meditar esto posiblemente te hará encontrar algo que puedas sumarle o restarle a tu CV para mejorarlo siempre.
¿Ya lo revisaste por última vez? Entonces llegó el momento de captar toda la atención de los reclutadores. ¡Mucho éxito!
Fuente: occ.com.mx